9 de diciembre de 2012
Luego elevado a luego igual a nunca
Pasar a través del dolor y no saberlo,
la puerta de un coche cerrándose de golpe en la noche.
Emerger en un terreno invisible.
Así la suerte de alzar nuestras voces
algo demasiado tarde llegó a ser adorada en diferentes formas;
un actor mudo, un futuro santo intoxicado con la idea del martirio;
y nuestro paisaje se tornó tal y como es hoy;
parcialmente desenfocado, parte de él demasiado cerca, la media distancia
un remanso de serenidad inalcanzable, con todo tipo de gentes
y plantas despertándose y desperezándose, intentando llamar
la atención con cada recurso de que el humano es capaz. Y lo llamaban nuestro hogar.
[Fragmento de "Una ola" de John Ashbery. Trad. Ignacio Infante]
23 de octubre de 2012
Anzuelo para la mirada
Homenaje a Paul Klee
Desde lo alto de la
casa,
concretamente desde
mi balcón,
se divisa un paisaje
de fracasada geometría.
La mirada,
como un espía sin
gobierno al que ofrecerle sus servicios,
busca con fines
altruistas
un indicio de vida
en el amasijo
grisáceo.
Abajo,
suena una turbulenta maquinaria.
Entre dos líneas
paralelas,
maravillas de la
mecánica,
se deslizan veloces
figurillas,
accionadas tal vez
desde muy lejos.
La distancia las
proyecta cansadas.
Tantea la pupila
cortadas dimensiones,
indaga formaciones
pétreas.
Cubos, rectángulos,
trapecios:
geometría carcelaria.
Ángulos y más ángulos
convergen
hacia un cruce de
rectas vacuas.
La pupila, como un
equilibrista,
salta de un plano a
otro,
de un vértice a otro
vértice
hasta sentir que se
despeña por una sucesión obtusa.
Escaleras hacia la
nada.
La pupila
retrocede hasta
hundirse en su córnea,
y, precavida, se
vuelve hacia las geométricas estrellas.
Abajo,
a salvo de miradas
intrusas,
dos enanos se
divierten cruzado paralelas.
Francisca Aguirre
2 de septiembre de 2012
Hechos memorables
Acuérdate de tu padre y de tu madre, y de tu primera
mentira cuyo indiscreto olor se arrastra en tu memoria.
[...]
Acuérdate de las magias, de los venenos y de los sueños tenaces -querías ver, te tapabas ambos ojos para ver, pero no sabías abrir el otro.
[...]
Y acuérdate sobre todo del día en que querías arrojarlo todo, de cualquier modo. Pero un guardián vigilaba en tu noche, vigilaba mientras dormías, te hizo tocar tu propia carne te hizo recordar a los tuyos, te hizo recoger sus andrajos. Acuérdate de tu guardián.
[...]
Acuérdate de los que te dicen; acuérdate. Acuérdate de la voz que te decía: no caigas. Y acuérdate del placer equívoco de la caída.
Acuérdate, pobre memoria mía, de las dos caras de la medalla. Y de su metal único.
René Daumal
Acuérdate de las magias, de los venenos y de los sueños tenaces -querías ver, te tapabas ambos ojos para ver, pero no sabías abrir el otro.
[...]
Y acuérdate sobre todo del día en que querías arrojarlo todo, de cualquier modo. Pero un guardián vigilaba en tu noche, vigilaba mientras dormías, te hizo tocar tu propia carne te hizo recordar a los tuyos, te hizo recoger sus andrajos. Acuérdate de tu guardián.
[...]
Acuérdate de los que te dicen; acuérdate. Acuérdate de la voz que te decía: no caigas. Y acuérdate del placer equívoco de la caída.
Acuérdate, pobre memoria mía, de las dos caras de la medalla. Y de su metal único.
René Daumal
Los tesoros son sombras con paredes ciegas
La poesía
A mí tampoco me gusta.
Pero, al leerla con absoluto desprecio, descubrimos en ella, al fin y al cabo, sitio para lo auténtico.
Marianne Moore
Entre las veladas muchedumbres de pinos barrocos
Entre los dos
mundos, la tregua en la cual no estamos...elecciones, abandonos, otros
sonidos no tienen
que éstos del jardín acongojado
y noble, en el que
el tenaz engaño
alentaba la vida,
queda en la muerte.
Los círculos de
los sarcófagos no hacen más
que mostrar la
sobreviviente suerte
de gente laica de
laicas inscripciones
en estas grises
piedras, cortas
e imponentes. Aún
de pasiones
sin freno sin
escándalo han ardido
los huesos de los
poderosos de naciones
más grandes:
silban, casi nunca desaparecidas
las ironías de los
príncipes, de los pederastas
cuyos cuerpos
están en las urnas esparcidos
ya cenizas y no
aún castos.
de tugurios y de
iglesias, sacrílego en la piedad
allí pierde su
esplendor. Su tierra
plena de ortigas y
verdores alimenta
esos flacos
cipreses, esta negra
humedad que mancha
los muros alrededor
de los flacos
entrelazamiento de los tallos, que el anochecer
apaga serenando
desnudos
olores de
alga...este pasto débil
apaga serenando
desnudos
olores de alga...este
pasto débil
e inodoro, donde
se hunde violeta
la atmósfera, con
un temblor de menta
o heno podrido, y
quietamente anuncia
con diurna
melancolía, la apagada
trepidación de la
noche. Aspero
de clima,
dulcísimo de historia, está
entre estos muros
el suelo que suda
otro suelo; esta
humedad que
recuerda otra
humedad; y resuenan
familiares de
latitudes y
horizontes donde
inglesas selvas coronan
lagos perdidos en
el cielo, entre praderas
verdes como
billares fosfóricos o como
esmeraldas: «and O
ye Fountains...» las piadosas
invocaciones.
Pier Paolo Pasolini [Las cenizas de Gransci, Canto 2]
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Pier Paolo Pasolini
Estatuaria
Los ángeles son plurales y equívocos.
*
El ángel del ciego es tacto.
*
El ángel del suicida tiene alas de grito.
*
Era un ángel (estaba seguro), y sin embargo, no tenía alas, y huía aterrado de un querro que, teniendo alas, pretendía devorarlo.
*
Aquel ángel, contra todo sentido, se empeñaba es ser custodio de otro ángel.
*
El ángel, en solidaridad con el hombre, abandona el paraíso.
Rafael Pérez Estrada
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Rafael Pérez Estrada
Escrito en el agua
Adiós Roma, adiós dolorosa luz indescifrable,
adiós elocuente sueño, resplandor sin noche, huracán de astros,
adiós fúnebres coronas que dormís en los eclipses, cintura de los
arcos,
adiós nublado reino del otoño, guante del revés, adiós nocturno sol
anciano,
adiós sílabas del agua, arbusto inmaterial de las estatuas,
adiós aposento del amor, van a separarnos, adiós deseo, adiós cielo
profano,
echad la risa al fuego, cerrad la luz desnuda con candado,
no importa ya vivir sino la vida, no importa ya morir sino lo humano,
quién cortará la flor enferma de las calles, qué lobos viejos, qué
ojos curvos bajo la ulcerada carne de los vivos,
hacia qué tesoro de losas y ceniza irán los desunidos pasos del
impostor y el apacible anónimo,
a qué corral de palo, a qué tacto de ciudad el desterrado domador de
la amargura,
oh Roma sin motivo, Roma olida por el fúnebre hocico del cangrejo,
Roma desmembrada diente a diente,
quién desde las grúas del entresueño, quién desde el gran miedo del
forzoso mar,
todo se traiciona, todo lo que se ama alguna vez se pierde,
adiós estrella negra del pianista, adiós prisa de la tierra,
la alcoba esta vacía, en vano la hipótesis del cisne junto a la carne
muerta,
en vano ya la brizna, la nube en vano, el mapa de los vientos:
Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua.
Juan Carlos Mestre [La tumba de Keats]
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Roma
22 de agosto de 2012
Los pensamientos estelares se deslizan por el río
Y que están solos con el agua
Los atraviesan palomas azules y sin nido
Pero la luna es un cristal de placer
Y el niño se acuerda de un gran desorden claro
Georges Schehadé
[Trad. Aldo Pellegrini]
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Venecia
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